viernes, 30 de mayo de 2014

LA VIDA SON LUGARES

Tras varios meses viajando por los Estados Unidos, vuelvo a escribir. A su paso quedan lugares como Nashville, Los Angeles, Portland y Honolulú. Esta es una reflexión sobre la necesidad de viajar y de sentirnos nómadas, pese al miedo que podamos sentir a la hora de experimentarlo.  

Los lugares son contradictorios porque nosotros somos contradictorios. Paso largas temporadas fuera viajando. Cada vez que llego a un nuevo lugar, la sensación es la misma. El primer contacto es extraño. No me gusta. Muchas veces me siento triste o desconcertada. La tristeza viene de la añoranza (el recuerdo de otro lugar) y el desconcierto viene de las expectativas (ilusiones o fantasías que he creado en mi mente). Me echo a llorar. Las primeras palabras que pronuncio son: “No quiero estar aquí”. Me siento una foránea, lejos de casa. Necesito algo conocido. Necesito mi propia rutina. Estoy a merced de los demás, en su mayoría desconocidos. Yo, aquí, solo estoy de paso. Esta sensación es dolorosa. Pese a la belleza que me rodea, no consigo ver nada que me reconforte o dé seguridad. Pero yo necesito sentirme segura –o lo que es lo mismo, que pasen unos cuantos días– para reconocer la posible belleza que esconden los lugares.
Siempre es lo mismo. Sé que al cabo de unos días me sentiré bien. Sabré (tendré la certeza) de que estoy en el lugar indicado. Pero tiene que pasar un tiempo. Necesitamos un proceso de adaptación (pese a que tan solo sea de unas horas o unos días), y a eso se le debe sumar el malestar por el desfase horario. Los lugares nos condicionan. El ambiente hace que sintamos una serie de cosas. Dependiendo de nuestras percepciones, las cosas que sentimos son agradables o desagradables. Si los lugares donde estamos son nuevos, en su mayoría, el primer contacto suele ser desagradable. Puede que no nos demos cuenta, pero así es. Es muy estresante estar en sitios nuevos cada poco tiempo. Es cierto que creo firmemente que el ser humano ha sido y seguirá siendo nómada. Ahora estamos pasando por una fase donde predomina la vida sedentaria. Las dificultades a las que nos enfrentamos a nivel social, económico y político nos hacen sentir tan vulnerables que no podríamos enfrentarnos a una vida en la que cambiáramos constantemente de ciudad o de poblado. Es cierto que, como tenemos la necesidad de ser nómadas, lo hacemos, pero a otra escala. Hoy en día la gente cambia de domicilio con facilidad. Quizás sea una exigencia de la situación actual (la situación de inestabilidad económica nos afecta de forma severa). Es cierto que no deja de ser un cambio “sedentario”, de una casa a otra, de un piso a otro. Nos movemos, pero siempre en busca de un nuevo lugar al que podamos llamar “hogar”. Sin embargo, inconscientemente sabemos que debemos movernos, que hemos de enfrentarnos a nuevos retos, nos guste o no. Necesitamos salir de nuestra zona de confort. El miedo geográfico es necesario. Lo llevamos en la sangre.
Las temporadas que estoy en mi casa, en Barcelona, mi estado de ánimo es oscilante. Por un lado, me encuentro muy a gusto. Estoy “a salvo”. No tengo que enfrentarme a ningún reto, como por ejemplo, conocer a gente nueva, adaptarme a su manera de vivir, ser lo suficientemente independiente como para moverme sola por la ciudad. Todo está controlado, y por muchas cosas extrañas que haga, ya las conozco. En casa vuelvo a conectar con mi ser interior, porque siento la suficiente comodidad como para hacerlo. Me siento llena de paz. Puedo hacerlo, es fácil. El reto es sentirse así de “cómodo” estando en un lugar totalmente desconocido. Uno siente una sensación de angustia constante. El corazón se agita porque no sabe qué va a suceder. Necesita conocer, necesita controlar. En casa, en mi hogar, todo es distinto. Pero cuando pasan unos días, me siento incómoda. No quiero estar en casa. Sueño con estar en otro lugar, y cuanto más lejos mejor. No soporto esa rutina, esa conformidad del corazón. Por eso me acabo marchando. Mi geografía me lo pide. Lo siento como una exigencia. Pero cuando llego a ese nuevo lugar, en el fondo lo que busco es volver a crear una rutina, para luego, al cabo de un tiempo, sentirme asqueada. ¿Qué absurdo verdad? Entonces, otra vez, me pongo en marcha. Llego al aeropuerto. Me pongo nerviosa. Me atormentan las dudas. ¿Estoy haciendo lo correcto? Caray, ¡por qué me pongo esta clase de pruebas! ¿Qué estoy buscando? Como todos, lo único que intento es vivir. En la comodidad de casa (entre comillas) los tormentos son más llevaderos. En la incomodidad de lo desconocido los tormentos son más angustiantes (más en contacto con nuestra vertiente animal instintiva de supervivencia y movimiento nómada). En casa me siento angustiada porque creo que no avanzo lo suficiente en la vida. Quiero nuevos retos para avanzar, pero no los encuentro. Y por eso me marcho. Y esos nuevos retos que tanto estaba buscando, cuando los encuentro, me asustan tanto que no sé cómo manejarlos.
No tengo respuestas. Lo único que sé es que para vivir necesito moverme. Mi espíritu es nómada…

VIAJE A LA INDIA

NO ES CUESTIÓN DE AZAR. ES UN ELECCIÓN…Así empieza este libro. Es un viaje por el sur de la India, pero también es un viaje hacia nuestro interior. No hay nada que ocurra por casualidad, por azar. Todo son elecciones. Cada uno de nosotros decide cómo quiere ver aquello que ve. En nuestro andar, en nuestro viaje por el mundo, nos encontramos con la otredad. A menudo, rechazamos aquello que no entendemos.
Por muy dolorosa que sea nuestra experiencia, tenemos miedo a salir de nuestra zona de confort. Soñamos, pero no actuamos. ¿Quién no ha fantaseado alguna vez con abandonarlo todo e irse a vivir a otro lugar? Unos sueñan con la vastedad del desierto, otros sueñas con la frondosidad de la selva, o incluso con una playa paradisíaca. Algunos soñamos con la India, con esa tierra de grandes maestros espirituales. Este libro acerca al lector a lugares sagrados: Puttaparthi, Kollam, Pondicherry y Thiruvannamalai. Pero no se queda en esto, porque la espiritualidad no la crean los lugares, sino las personas. Los lugares solamente son el medio para llegar a un fin. Allá donde vayas, pregúntate, ¿qué ves?

Este libro es un mosaico. Nos acerca a la realidad de la India desde un punto de vista geográfico, sociológico y filosófico. Este libro aúna saberes, pero sobre todo es un viaje. Cuando salimos de lo conocido para adentrarnos en lo desconocido, tenemos la oportunidad de descubrir quiénes somos realmente.