Cuando estoy
indecisa, me pregunto a mí misma, “¿y si nada te limitara? ¿Y si no hubiera
límite alguno en tu vida? ¿Qué harías? ¿Cómo procederías?”
A menudo, nos cuesta
emprender cosas nuevas en la vida, porque creemos que algo nos limita. Puede
que no dispongamos de suficiente dinero, o que no tengamos el apoyo externo que
necesitamos en forma de amigos o de gente influyente para conseguir aquello que
deseamos. Puede que nosotros mismos seamos quienes nos limitemos. Nos decimos
que esta vez, mejor no intentarlo. Quizás más adelante, cuando esté más
preparado o tenga “la suerte a mi favor”.
Planteémonos, ¿qué es
nuestra vida? ¿Qué hacemos en ella? Lo más importante, no es “hacer algo”, sino
“ser coherente” en lo que hacemos. Hemos de encontrar un equilibrio entre lo
que pensamos, lo que sentimos y lo que hacemos. Por ejemplo, yo siento que quiero hacer algo en concreto. Pero, pienso que no es posible, y que debería ser un poco más
prudente (o más conformista). Y entonces, ¿cómo actúo? Acabo haciendo algo incoherente. Puede que “de
puertas a fuera” sea la elección más correcta. Pero, mi interior grita: ¡No,
no!
¿Qué nos limita
realmente? Si no tuvieras ningún impedimento, ¿qué harías? Lo sabes, tu corazón
exclama que hagas aquello, que tomes esa decisión. Es la correcta, ¿para quién?
Para ti. Es correcta porque estás creando coherencia entre tu pensamiento, tus
sentimientos y tu acción. Deja de pensar en el resultado que vas a obtener.
Deja de querer vivir siempre en tu “zona de confort”. Sal de ella. Arriésgate.
Un amigo, un día, me
dijo que se sentía perdido. No le gustaba su vida. Se le acababa el contrato
como docente en una universidad, y no sabía qué iba a hacer después de eso.
Como coloquialmente se suele decir, “¡voy tirando!”- me dijo. “Pero, ¿quién
tira hacia adelante, tú o la vida?”- le pregunté. Si no nos arriesgamos a tomar
una dirección, la vida nos zarandeará de un lugar a otro, agotando nuestras
fuerzas.
Si nada te limitara,
¿qué harías? Apunta en una hoja aquello que quieres hacer. Traza una pequeña
ruta para llegar a ello. Haz algo, por pequeño que sea, que te acerque un poco
más a tu objetivo. Cuando quise ser escritora, lo primero que hice fue
comprarme una libreta. Empecé a escribir y a anotar todo aquello que se me iba
ocurriendo. De mi mente (o mejor dicho, de mi corazón), al papel. Pero, al
mismo tiempo, no me obsesioné. Si sujetas con demasiada fuerza algo, lo acabas
estrangulando. Llega a saber qué quieres, pon de tu parte (deja de lado el
parloteo mental basado en el “no puedo hacerlo”) y, después, relájate (esta
última parte, si te soy sincera, aún me cuesta un poco…).
Recibe mi abrazo,
Celia Quílez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario