lunes, 24 de septiembre de 2012

UN VIENTRE MATERNO


A veces, me siento insegura. Soy demasiado dubitativa. Algunos dirían que la causa se encuentra en mi horóscopo. Soy libra, y como tal, voy en busca del equilibrio. Curiosamente, cuanto más busco, menos encuentro. Voy de un extremo al otro, tratando de aferrarme a cualquier cosa para mantenerme en equilibrio. Pero, ahí no se encuentra la respuesta de mi falta de seguridad. Quiero tomar siempre la decisión más correcta y que más me va a beneficiar. Y entre duda y duda, el tiempo pasa. Al final, ¿qué ocurre? Que se me “escapan” las oportunidades. Aunque realmente no es así, porque no deberíamos sentir que tenemos algo o a alguien detrás nuestro, presionándonos. Pero, eso es lo que acabo sintiendo. Algo me empuja hacia adelante, y cuanto más siento su presión, más quiero esconderme, huir y dejar de andar hacia adelante.

 

Entonces, descarto la opción del horóscopo. ¿Qué puede ser la causa? Un sinnúmero de elementos participan en todo ello. Si más no, hay algo que, de todo el conjunto de factores, más me llama la atención. “El vientre materno”. El vientre de una mujer embarazada. ¿Qué es eso? Y ¿qué tiene que ver con mi inseguridad? Existe un lazo entre una madre y su hijo, primero con el cordón umbilical, y después, con un cordón invisible que los une de por vida. El período de gestación del bebé en el vientre materno es muy importante, y conocer qué sentía la madre es clave para acercarnos un poco más a comprender por qué razón actuamos de un modo y no de otro en la vida. “¿Qué sentías, mamá, cuando estaba en tu vientre?”- le pregunté un día a mi madre. “Me sentía contenta, por tu llegada, pero también estaba nerviosa e insegura, porque tu padre y yo aún éramos muy jóvenes y teníamos poco dinero.”- me respondió. “¡Insegura!”- espeté. Empecé a comprender que mi inseguridad estaba vinculada a lo que sintió mi madre cuando estaba embarazada de mí.

 

Realmente, no creo que sean importantes las emociones en sí, de una mujer embarazada. Lo verdaderamente importante, es conocer lo que sintió, y contárselo al hijo o hija. No deberíamos juzgar ni culpar a nuestra madre por experimentar esos sentimientos, en el caso de que sean “negativos”. Sencillamente, sintió eso, y nada más. Comprender las emociones de tu madre, es comprenderte a ti mismo. Del aprendizaje en solitario del individuo, se evoluciona hacia el aprendizaje conjunto, de unión entre dos almas que han compartido tanto, y que lo seguirán haciendo de por vida.

 

¡Qué bello es tenerte a mi lado, mamá!

 

CELIA QUILEZ.

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